viernes, 18 de febrero de 2011

Amor

Es tan solo pronunciable tu nombre, cuando encuentro motivos suficientes para
recordarte.
Motivos que nacen cada día al evocar sensaciones que crecen en alma y corazón, y
siempre en un renacer que nace de tu voz. Me pregunto a menudo que es el amor y
últimamente sé que el amor es algo que tiene forma equivocada en nuestra razón. El
amor va más allá de un latido o un suspiro, el amor que profesa un corazón siempre
tiene un motivo para expresar sentimiento y cariño. Va más allá de una ausencia, de
un gesto, de una caricia, de un beso, es una estancia vacía en el alma que se llena
cuando el espacio del corazón se ausenta de una tristeza.
Es tan fuerte el vínculo del amor, que incluso la distancia se lamenta del polvo del
camino, es tan fuerte que el camino es capaz de convertir el polvo en instantes que
renacen a cada paso. Pasos que son preámbulo de ternura, palabras dichas o
escondidas, gestos, sueños, emociones y ese latir inconfundible y a veces confuso,
que te atrapa y te enreda entre los hilos de una vida que ligada a la tuya, te acompaña
con la necesidad de agarrar todo aquello que aún te falta por dar y expresar.
El amor es igualmente hermoso, cuando se expresa en silencio, es en ese momento
cuando percibes que otro corazón te sueña en silencio y los hilos que sujetas, van
anclando cada paso del camino que recorres. El amor es ver la belleza de aquello que
te es ajeno, o sentir la emoción de un silencio compartido. El amor es desear y anhelar
un encuentro, imaginar la miel de unos besos, percibir la ternura impresa en una
caricia, desear una noche entre unos brazos vacíos. El amor es sentir el contacto de
una piel que se pierde en tus sueños al amanecer, atrapar tu alma en una mirada.
El amor es no esperar nada y anhelar todo lo que un alma es capaz de dar, con el
recuerdo o con un beso imaginado. El amor es sentir y sentir es querer, sin llegar a
amar.
El amor es no poder evitar sentir, cuando no estás en mí.

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