viernes, 18 de febrero de 2011

Sé que en un próximo amanecer cuando el tiempo que ahora es nuestro ya no nos
pertenezca, dibujaré el contorno de tu risa y nacerá un recuerdo.
Habrá ese aroma que arrastrado por la brisa, se mezclará con un adiós en la
oscuridad. Y en ese instante miraré igual que ahora, ese horizonte que siempre he
andado sola.
Casi toco los labios de la vida cuando camina a mi lado, y me recuerda que a cada
paso nace una lágrima escondida tras un beso y una caricia.
La vida, una hermosa dama coqueta y distraída, ella, sonríe cuando nace un nuevo día
y seca esas lágrimas que surcan nuestra piel, dejando a su paso la esencia de los
sentimientos que les vieron nacer.
Mira ese horizonte que nos espera. Está latente, rojizo, su línea está anclada a los
deseos que nos unen, nos espera impaciente y comparte ilusiones cuando el sol le
abraza o la luna le besa en su silencio y en plena oscuridad.
El poder de la noche es la oscuridad. Es un poder efímero, superficial.
En esa oscuridad permanece el aroma de las flores, y los colores que ves a plena
luz del día, volverán. La oscuridad no mata la calidez de un beso o la suavidad
de una caricia. La oscuridad cuando la vives en soledad, no es la soledad que
realmente tienes, sólo, la soledad que imaginas.

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